La institución para la que trabajo desde hace un año tiene una biblioteca con una importante dotación de literatura en español. Hasta el martes pasado yo había visitado solo una vez esta biblioteca, durante la semana de mi instalación en la hermosa ciudad de la costa este de EEUU donde resido, y en aquella ocasión lo hice para utilizar una de las computadoras de libre acceso al público y para imprimir un par de mapas de la ciudad. Luego, ya saben lo que ocurre, andas todo el día hasta arriba de trabajo y sin opción a darte una escapadita para descubrir más a fondo los secretos de esta biblioteca. El edificio donde trabajo, y donde está la citada biblioteca, tiene un par de entradas: una al norte y otra al este. Yo acostumbro a entrar por la primera. Pero el martes pasado, casualidades de la vida, me tocó entrar por la puerta oriental. Esto me obligó a pasar por delante de la biblioteca. A esas horas todavía estaba cerrada. Echo un vistazo goloso a través de los vidrios y descubro en uno de los carritos donde la gente deja los libros que lee en la sala de lectura de la biblioteca para que bibliotecario los devuelva a su estantería correspondiente siete hermosos aguilares de la colección joya y tres de la colección crisol literario. Desde fuera no acierto a leer los títulos pero me prometo a mí mismo hacer una segunda visita a la biblioteca cuanto antes. Ese mismo martes, a media mañana, me tocaba salir de viaje a la Isla Española por motivos profesionales. Pero antes de irme al aeropuerto me dejo caer en la biblioteca y le pregunto a la bibliotecaria que cómo puedo hacer para sacar esos libritos tan bonitos de la editorial aguilar que están en el carrito. Y el hada me responde: "son libros de descarte. O sea, de esos que no lee nadie desde hace un montón de años y que ocupan un espacio precioso en esta biblioteca que no deja de recibir nuevos e interesantísimos libros que no sabemos donde ubicar". Así que me dice que puedo quedarme con los que quiera. Ni corto ni perezoso, relleno mi mochila con todos los que había en el famoso carrito de descarte. Los siete joyas eran los volúmenes 2, 5-9 de las obras completas de Wenceslado Fernández Florez. Para los entendidos en aguilares joya: el volúmen 5 es donde viene la obra del Bosque Animado, la de la película del bandido Fendetestas que protagonizó Alfredo Landa y que yo me leí durante mi exilio londinense a principios de los 90, y los volúmenes 6-9 que son los más difíciles de encontrar de este autor, porque la tirada fue bastante limitada al no corresponder a las obras más conocidas de Wenceslao. Todo en esta vida tiene un pero: en este caso las típicas marcas de biblioteca afean lomo, cortes e interior. Pero a nadie le amarga un dulce, sobre todo cuando es regalado.
Primavera de 2010. Costa Este de EEUU.
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