12 febrero 2011

La biblioteca familiar de Ana María



Todos mis aguilares tienen una historia de búsqueda que contar. A veces la historia está directamente relacionada con los volúmenes en cuestión. Pero también hay determinados títulos cuya búsqueda no fue especialmente curiosa pero que más adelante el destino los volvió a poner a tiro, justificando su inclusión en este anecdotario. Este fue el caso de las Obras Completas de Goethe.

Ana María es una señora inteligentísima, cultivada y detallista. Los libros que me regala siempre los acompaña de un paquete de ex-libris. Ana María viene de una familia colombiana con solera. Y cuando digo esto no me refiero a solera económica o aristocrática, que ni lo sé ni me importa, sino a solera bibliofila. Ana María me contó en un mes de diciembre saliendo del Palacio de Nariño en Bogotá que ella y sus hermanos recibieron en herencia la biblioteca que su abuelo inició y que su padre consolidó. También me dijo que como ninguno de sus hermanos tienen espacio para guardar tantos libros, ni la devoción de su padre y abuelo para acumularlos, regalan libros a gente que sabe apreciarlos. Aquel mismo día le confesé mi pasión bibliófila y Ana María me regaló varios tomos de las obras completas de José Pereda, Ortega y Gasset, Larra y Espronceda, en ediciones del siglo XIX e inicios del XX. También me regaló una antigua Historia de la Literatura Española que traía unas anotaciones de su padre en lápiz en la hoja de cortesía de la contraportada sobre sus autores clásicos preferidos. Le dije a Ana María que dichos autores coincidían con los que mi profesor de literatura de secundaria me había enseñado a descubrir y a disfrutar, y que eso me había hecho reflexionar sobre la bella tarea de iniciación que me quedaba por delante con mis hijos. Cuando esto le conté, ella me dijo que estaba feliz de saber que los libros habían llegado a buen puerto. También me mencionó que en la biblioteca que fue de su abuelo están los tres tomos de las Obras Completas de Goethe, entre otras. Los míos los compré a un vendedor uruguayo hace años.
Yo me muero de ganas de conocer lo que queda de la biblioteca de la familia de Ana María. Imagínense lo que pueden haber acumulado dos generaciones bibliófilas...
Invierno de 2011; Costa Este de EEUU.

05 febrero 2011

Miguel o El Negociante de Libros



Hoy les voy a hablar de Miguel, el librero que conocí en una ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme...porque si me acordara y alguno de Uds. pasara por allí a arrasar con los aguilares de Miguel se acabaría la ilusión que siento cada vez que entro en su librería.

Miguel tiene una librería de viejo en un barrio castigado de una ciudad que parece querer renacer después de "añales" sumergida en la inseguridad, el caos, la suciedad y la mezquindaz. Su último alcalde parece que hizo un buen trabajo y hoy da gusto pasear por su casco viejo. Incluso por las calles donde Miguel tiene su negocio. Digo negocio porque Miguel no se metió a librero por amor a los libros. Cuando, con el tiempo y unas compras de por medio, empecé a intimar con él me contó que hace años le había surgido la oportunidad de comprar todo un almacén lleno de libros de segunda mano y, pidiendo dinero prestado a familiares y usureros, se decidió y montó su librería. Lo que voy a decir a continuación sé que va a molestar a más de uno pero me importa un comino: Miguel no tiene ni un ápice de la arrogancia que tienen los libreros de viejo tradicionales porque se metió a vender libros para ganarse el pan nuestro de cada día. No es selectivo a la hora de vender. Es generoso en la conversación sobre libros. Los vé como artículos de venta, no como títulos nobiliarios o prebendas a repartir como monarca todopoderoso al comprador que le cae bien. Eso es lo que me gusta de Miguel. Eso y que piense que lo que vende de un libro es su contenido, no su continente. En otras palabras: Miguel es capaz de venderte más cara una edición moderna de cualquier autor que una vieja edición de lujo de obras completas de la Editorial Aguilar. Es más, te vende al mismo precio una edición de lujo que una edición corriente de esa misma editorial. A Miguel le he comprado las ediciones de lujo de Poesía Española (vol. II) y Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma, o las obras completas de Erasmo, entre otras, por menos de 30 dólares cada una. También le he comprado la primera edición de los siete tomos de Teatro Español de Sainz de Robles por menos de 10 dólares cada volúmen. A Miguel lo visito cuatro o cinco veces al año, siempre a la carrera, cuando mi trabajo me permite una escapadita a última hora de la tarde. Pero de pocos lugares en el mundo salgo siempre con una sonrisa de oreja a oreja como de la líbrería de Miguel. Y no solo por el precio que pago por los libros. Aunque les cueste creerlo.


Invierno de 2011; Costa Este de Estados Unidos.